Iniciamos la pista de la Ripera a 1.200m de altitud sin catar la nieve. Y nos va acostar verla... La pista es bastanta llana y... solitaria, siempre solitaria.
A los 5km más o menos y tras pasar el Puente de Laulot (1.473m), unos hitos marcan claramente el sendero de Yenefrito a la izquierda. Seguimos en secano.
Al frente el elegante Dedo de Yenefrito (1815m). El sendero a veces se esfuma en los prados, pero siempre reaparece. ¡Además el Dedo siempre señala la ruta!
Por fin nos calzamos los esquís. Al comienzo hay que ir buscando esa nieve amarillenta que trae malos presagios. Y se van a quedar cortos.
Dejamos atrás el Refufio de Yenefrito (1.862m) sin verlo. No sé, el GPS dice que está ahí, pero no lo vemos, ¿estará enterrado? No hay tanta nieve, pero ventisqueros sí...
Continuamos hacia el Ibón de Catieras (2.244m) y sin siquiera llegar, azotados por el viento, en vistas de la falta de calidad de la nieve, con el sur cada vez más cargado de nubes cada vez más oscuras, nos volvemos. Una pena.
Otra vez en la pista: larguísimas lazadas, monótona bajada con las tablas en la mochila.
Hay que reponer fuerzas, así que en sentido inverso al aparcamiento, continuamos hacia el Refugio de la Ripera para almorzar.
¡Otra vez será! Lo bueno de este deporte es que siempre te satisface. La vista de esa imponente pared tras el refugio de la Ripera ha valido la pena. Hasta se me ha olvidado el descenso penoso: los giros imposibles, las tablas encarriladas, la nieve pesada, ¡marrón!
No me engañes, la satisfaccion de este deporte se llama almuerzo
ResponderEliminarKike! Que bien te sientan las raquetas, es lo tuyo